domingo, 6 de diciembre de 2009

Prometer eternidad es tan absurdo como esperar el golpe de gracia en una guerra, sin embargo mi estupidez se promete eterna compañía desoyendo mis consejos; es un instinto suicida que me impulsa a no salir de las arenas movedizas en las que me escondo. Supongo que no quiero salir de ellas, no es miedo...Sino angustia. Aún estoy atrapada entre esas aguas cristalinas que tanto me hicieron sonreír, como si mi alma se hubiera quedado repartida…pero mi cuerpo hubiera que tenido que seguir entregándose al paso de los días. Tampoco mi mirada me obedece, efímera, se distrae saboreando la bruma de los recuerdos archivados, y mi sonrisa se va con ella, la maneja a sus anchas...No hay quien lo entienda

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