miércoles, 28 de julio de 2010

Ahora que este vacío me devora, ni mi propia existencia es justificante de mis deseos; el humo de mis pensamientos torna color púrpura con la única intención de confundirme. Las risas se vuelven cursivas ante la embriaguez de los recuerdos asesinos; y el llanto pasa a ser un visitante efímero, pero demasiado habitual en las batallas nocturnas. Quizás algún día la utopía que alimenta mis sentidos termine por extinguirse, y no me nuble la vista con cada parpadeo; quizás… que ingenua.

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